“El mejor Abogado.”

“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.” 1 Juan 2:1-3

El caso contra Robert Kidd parecía claro y definitivo. Había sido arrestado y estaba a punto de ser juzgado por el asesinato de un comerciante de antigüedades, ya que se encontraron sus huellas dactilares en una espada ensangrentada dentro del negocio. Pero su esposa se negó a creer que él fuera culpable. El 2 de mayo de 1962, ella publicó este anuncio en el San Francisco Examiner: “No quiero que mi esposo muera en la cámara de gas por un crimen que no cometió. Por lo tanto, ofrezco mis servicios durante diez años como cocinera, criada o ama de llaves a cualquier abogado destacado que lo defienda y logre su vindicación.”

Un abogado defensor llamado Vincent Hallinan aceptó el caso. Demostró al jurado que, aunque Kidd había estado en la tienda y había tocado la espada, esta no era el arma homicida. Bastaron unas pocas horas para que el jurado declarara a Robert Kidd no culpable, y al concluir el juicio, Hallinan rechazó la oferta de Gladys Kidd de trabajar para él durante diez años.

Cada uno de nosotros nace enfrentando un caso mucho más grave que un asesinato. Por causa de nuestro pecado, merecemos morir y pasar la eternidad separados de Dios. Y a diferencia de Robert Kidd, nosotros sí somos culpables. Ningún abogado astuto puede redactar un argumento que cambie esta dura realidad. Pero gracias a Dios, tenemos un abogado perfecto. Su argumento no es que seamos inocentes, sino que Él ya tomó nuestro lugar y pagó la pena que justamente merecíamos. Su preciosa sangre es el fundamento de su defensa, y ninguno de los que vienen a Él buscando salvación es jamás hallado culpable.

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”’ Romanos 8:1

Todos los cargos contra los hijos de Dios ya han sido completamente saldados por el sacrificio de Jesús por nosotros.

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